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12 diciembre 2010

Giuseppe Verdi, "Años de galeras"

By Tutto Opera Team

Desde el estreno de Ernani (1844) hasta el de Rigoletto (1851), transcurrieron siete años en los que Verdi compuso ¡nada menos! que once títulos (el 40% de todas sus óperas). A este periodo tan intenso de actividad se le conoce con el nombre de “años de galera/s” o “de galeote” o “de prisión” o “de servidumbre”. Esta denominación está basada en una carta del propio compositor a su amiga la condesa Maffei (12 de mayo de 1858), donde se quejaba: “Desde Nabucco, puede decirse que no he tenido una sola hora de tranquilidad. ¡Fueron dieciséis años de galera!”. Mas tarde, la expresión alcanzó fortuna pero aplicándola sólo a una parte de su producción que se corresponde con el Verdi temprano (desde “I due Foscari” hasta “Stiffelio”).

Dos son las razones de este esfuerzo: las peticiones de los teatros para representar nuevas obras y el afianzamiento de su posición económica, aunque se suele esgrimir más la primera en detrimento de la menos romántica segunda. Es verdad que por aquel entonces había un ansia del público por “devorar” óperas (no olvidemos que el siglo XIX coincide con el esplendor del género). Pero no es menos cierto que al ser Verdi hijo de posadero y provenir del mundo campesino, sentía una atracción muy fuerte por el dinero: esto duró hasta que se hizo millonario con su arte que podría corresponder con la trilogía popular (Rigoletto, Il Trovatore y La Traviata), es decir, en su segunda etapa compositiva.

Estas circunstancias obligaron al músico a crear sin cesar una ópera tras otra y viajar continuamente para asistir a estrenos o supervisar reposiciones. En más de una ocasión su estado físico empeoró pues en esos años juveniles, Verdi estaba delicado de salud (padecía cefaleas y trastornos gástricos). Todo esto puede ser la causa de que el “periodo de galera” no resulte tan brillante como algunas óperas de sus comienzos y, sobre todo, como las que habrían de venir después. No obstante, debe tenerse en cuenta que Verdi siempre es Verdi y las palabras “mejor” o “peor”, sólo son aplicables a si mismo. En definitiva, los “anni di galera” son unos años de búsqueda y experimentación, en los que se va forjando el compositor para dar lugar a otras creaciones posteriores mas logradas. Pero no por eso pueden calificarse de despreciables ya que contienen el germen del Verdi futuro.

La génesis de I due Foscari (obra que inaugura su periodo de “galeote”) comenzó en los ensayos de Ernani, cuando el empresario florentino Alessandro Lanari, encargó a Verdi una nueva ópera para representar en el Teatro Argentina de Roma en la temporada de otoño de 1844. Fue compuesta en pocas semanas, retomando un proyecto que el maestro y su libretista (Piave), ya tenían en mente el año anterior y al que habían decidido renunciar por no lograr un acuerdo con la censura. Quedó terminada a principios del verano, aprovechando una estancia del compositor en Busseto y se estrenó en Roma el 3 de noviembre de 1844. Ni la música, ni la dramaturgia ni la actuación de los cantantes entusiasmaron a los espectadores. No fue pues un gran éxito, pero tampoco un fracaso, tal como relata Verdi en carta a su amigo Luigi Toccagni (periodista de la “Gazetta privilegiata di Milano”): “Poco ha faltado para que I due Foscari no haya fracasado del todo, en parte por los cantantes que han desafinado mucho, en parte porque las exigencias estaban al límite. El hecho es que la ópera ha sido casi un fracaso”. A pesar de estas palabras del siempre tan “optimista” Verdi y teniendo su obra una acogida tibia, el compositor fue agasajado y recibido en los círculos mas cerrados de la capital papal y el gobierno pontificio (que por aquel entonces regentaba Roma), acuñó una medalla con su efigie.

Para el estreno parisino de 1846, Verdi escribió un aria para Mariano de Candia (“Si lo sento, Iddio mi chiama”) que fue descubierta no hace mucho y grabada por Luciano Pavarotti en 1981.

Extracto de T.O de Verdi

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